O un comportamiento actoral deslucido
Quien no quiere pensar es un fanático;
quien no puede pensar es un idiota;
quien no osa pensar es un cobarde.
Francis Bacon
Como referencia cronológica en otro texto escribí que Felipe Calderón nació en la época en la que el presidente de México era Adolfo López Mateos. Por razones de espacio no señalé que don Adolfo era muy popular, tan popular que no se inhibía para fumar en público y asistía tanto a corridas de toros como a peleas de box. Es decir, no tenía empacho en rozarse con la gente. Eso no me lo contaron pues, siendo yo un adolescente, tuve la oportunidad de presenciar las manifestaciones de cariño que la gente le mostraba. Sus discursos podían ser al aire libre o en espacios cerrados y lo hacía sin temor alguno ante multitudes. Era inimaginable que el público presente lo abucheara, le chiflara, y mucho menos que le reprochara algo. Con ello no quiero decir que don Adolfo haya sido una blanca paloma, pues tuvo lo suyo, como la represión a los ferrocarrileros. Lo que quiero resaltar es que el pueblo de México estaba unido con su presidente, y éste con aquél. La Enciclopedia Libre, Wikipedia, lo asienta de la siguiente manera:
"Nadie ha sido tan universalmente estimado como el ex presidente López Mateos. Al general Lázaro Cárdenas lo quería el pueblo campesino y el obrero, pero no las clases medias. Sin embargo, a López Mateos terminó por quererlo casi todo el mundo. Su sexenio no había sido tan blanco como el de Cárdenas ni tan honesto como el de Adolfo Ruiz Cortines, pero fuera de los gremios sindicales y campesinos que había golpeado, el pueblo tenía poco que reprocharle. Su palabra, su sonrisa, su naturalidad, su temple bohemio, sentimental, igualitario, su calidad humana, la buena administración de su gabinete hacendado[1] (sic), los logros diplomáticos, el lugar de México en el mundo, le daban el campeonato presidencial. En cierta ocasión, pese a que estaba enfermo, a López Mateos se le ocurrió deambular por la Alameda: un bolero lo reconoció, otros le solicitaron autógrafos y, a las puertas del famoso restaurante Sanborns, no pudo entrar por que lo seguía una verdadera manifestación. Ésta era una muestra del afecto que el pueblo tenía hacía el popular ex mandatario."
Por otro lado, ¿usar sombreros y atuendos huicholes, coras o chamulas, le concede popularidad a Felipe Calderón? Yo digo que de ningún modo. Al contrario —para usar una palabra de moda—, mi óptica es que sucede todo lo contrario. Hacer tal cosa es una absoluta falta de respeto para esos pueblos indígenas. Ya lo dijo en su oportunidad el nunca bien ponderado general Lázaro Cárdenas, que él asistía a los pueblos anfitriones vestido como lo hacía cotidianamente. Por lo tanto, a nadie se le ocurriría pedirle al jefe huichol, por ejemplo, que cuando visitara al presidente de la República en la capital del país, se vistiera a la usanza citadina. Es decir, con un traje de casimir, camisa almidonada y corbata, amén de calzar zapatos lustrosos y luego firmar algún acuerdo con una pluma Mont Blanc. No, de ninguna manera nadie sugeriría tal absurdo. Sin embargo, los creadores de imagen de personalidades públicas, sin pudor ni recato alguno lo hacen con Felipe Calderón, y éste, sin ningún decoro adopta —si no es que alienta, lo que resultaría perverso— un comportamiento propio, pero muy fallido, de un actor.
Enviado por Eduardo Moreno Cruz
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